¿Cómo no dedicar a Emmanuel Chabrier mi primera reseña de los episodios que el programa de radio francés «Musicopolis» ha consagrado a compositores, lugares y contextos relacionados con la influencia de la música española y de la imagen de una España exótica en la música moderna francesa?
El episodio en cuestión se intitula justamente en francés «Emmanuel Chabrier en Espagne: le voyage de sa vie«. Fue difundido el 17 de junio de 2020 y es accesible via podcast.
La agradable voz de Anne-Charlotte Rémond nos transporta hacia los años 1880, cuando muchos músicos franceses sentían una gran atracción por la música popular y el «exotismo» de España, en un contraste anhelado con respecto a la ya establecida y casi omnipresente música alemana, sobre todo la wagneriana, considerada la expresión de la vanguardia. Sin embargo, a diferencia de un cierto número de escritores y pintores franceses insignes, pocos compositores emprendían realmente el viaje al otro lado de los Pirineos. No fue éste el caso de Emmanuel Chabrier, quien de finales de julio a diciembre de 1882 cumplió su sueño. Con su esposa, durante esos meses visitó ciudades como San Sebastián, Burgos, Valladolid, Salamanca, Zamora, Ávila, Madrid, Toledo, Sevilla, Granada, Córdoba, Málaga, Valencia o Barcelona.
La música nacional en España es de una riqueza incomparable.
Emmanuel Chabrier (1841-1894), carta aL editor ENOCH Desde Granada, 04 de OCTUBRE DE 1882
El descubrimiento del folclor español fue una verdadera revelación para Chabrier. Observador atento y curioso, con un apreciable sentido del humor, el compositor compartió en su correspondencia sus impresiones musicales e idiosincrásicas de los lugares que conformaron su itinerario. Este viaje fue un hito en su vida. Como la obra de Chabrier, quien a la vez tuvo mucha influencia en los compositores franceses de las generaciones siguientes.

Foto : RMN-Grand Palais – H. Lewandowski
El compositor, nacido en Ambert, en la región de Auvernia (Auvergne), tuvo desde niño el sueño de ir a España.
Es cierto que dicho pueblo se encuentra a la misma distancia de París que de la frontera española, pero el sur tenía mayor poder de evocación. Por ejemplo, sus profesores de música eran refugiados españoles (como Manuel Zaporta Martí o Mateo Pitarch); recordemos que el siglo XIX español fue marcado por numerosos pasajes de inestabilidad política y económica.
El padre de Chabrier, abogado, hablaba español. Cabe agregar que las biografías de Chabrier hablan de su madre como una mujer interesada por las artes y la música, lo que participó en su gusto.
En todo caso, durante parte de su infancia vivió también en Clermont-Ferrand y a partir de los quince años en París. Y no fue sino a los cuarenta y siete años que finalmente concretó el viaje a España.
Chabrier llegó con toda su familia a San Sebastián al final de julio de 1882. Llevaba consigo a su esposa, Alice Dejean, a sus dos hijos de tres y ocho años, y a su vieja aya, llamada afectuosamente Nanine. En ese entonces, el compositor no tenía todavía una gran notoriedad.
San Sebastián era una ciudad ligeramente cosmopolita y su « color local » era bastante… atenuado. Sin embargo, la vista de las montañas ya era un gran cambio con respecto a la parisina calle Rochechouart.
En el programa, la evocación del viaje se basa sobre todo en fragmentos de cartas llenas de buen humor que Chabrier escribió a los señores Enoch y Costallat, editores de su ópera en gestación «Gwendoline» .
A Chabrier le fascinaba Wagner y llevó las partituras de la Tetralogía a España para mostrarlas; pensaba iniciar en ello a un maestro de capilla, según lo comentó en una de sus cartas.
Les escribió también que el domingo siguiente iría a ver una corrida, a eso de las cuatro de la tarde. Soñaba con ello desde hace ocho días. Bromeaba diciendo que quería dar miedo al toro mostrándole el manuscrito del tercer acto de su ópera inconclusa « Les muscadins » y haciéndole escuchar su tercer vals… pero su esposa lo desmotivó al reprobar de antemano tales osadías.
La familia permaneció en San Sebastián todo el mes de agosto y gran parte de septiembre; con su pequeña familia no podían desplazarse con facilidad a los lugares que deseaban. Así que en esos días se contentaron con recorrer el norte de España.
Anne-Charlotte Rémond, con su tono cordial acostumbrado, dice que Chabrier « abre las orejas en grande » durante su estancia en España y que el compositor describe a sus editores toda la música que tiene al alcance. Sobre las zarzuelas de Fernández Caballero, Emilio Arrieta, Ruperto Chapi, entre otros… Chabrier decía que se trataba de Verdi « en malo »… precisando que « la última malagueña – cantada por el último de los gitanos y más o menos compuesta por éste – tiene cien veces más valor que esos tontos finales a la italiana y que los tríos a la Bellini de los que los compositores de Madrid hacen un abuso desesperante ». En otro orden de ideas, Chabrier les escribió que no conocía otro país cuya música nacional tuviera tal variedad de ritmos:
« Es maravilloso, y noten que todavía no me he movido de la Guipúzcoa del norte; cada provincia tiene sus aires y ritmos especiales, de los que están muy orgullosos. Así, el otro día en Vitoria me desperté con dos sonoros oboes y un tamboril que daban la vuelta de la ciudad interpretando una pasacalle y les pregunté si esa melodía era del país. «- No», me respondieron. Su no significaba: nunca en la vida. Había orgullo e ironía en ese no. «- Nosotros somos de Navarra». De la misma manera que una habanera debe ser cantada por una española, esas notas de oboe debían ser tocadas por gente de su país ».
Chabrier decía estar tan inspirado por su estancia española que quisiera escribir una ópera. Imploraba a sus editores con humor: « Ah, si ustedes pudieran encontrarme tres actos muy alegres cuya acción tuviera lugar en España, haría una obra que tendría color; no se necesitaría hacer el viaje, olería a puchero a una legua; pondría banderillas de fuego (en español en el texto) a todas mis melodías; el terceto llevaría decoración de plumas, cascabeles, borlas de lana como una mula de corrida; el coro sería gallardo como el martes de carnaval en Sevilla; toda la sala bailaría palmeando al ritmo de mis peteneras… ».
Chabrier y su esposa enviaron después a sus hijos y a la aya de regreso a Francia y pudieron continuar su viaje hacia Andalucía. Desde Sevilla, Chabrier continuó con el relato de sus observaciones sobre los bailes flamencos, los toreros en traje de ciudad, las gitanas cantando sus malagueñas y bailando tango, bebiendo la manzanilla que se pasa de mano en mano y que todos deben beber… « Esos ojos, esas flores en admirables cabelleras, los chales anudados a la cadera, esos pies que golpean el piso con un ritmo variado al infinito, los brazos que se mueven al ritmo del cuerpo siempre en estremecimiento, esas ondulaciones de la mano, esas sonrisas resplandecientes, y ese admirable posterior sevillano girando en todos los sentidos mientras que el resto del cuerpo parece inmóvil; y todo al ritmo de gritos ¡Olé, anda la María, anda la chiquita, eso es! ¡Baile la Carmen, anda, anda! que vociferan otras mujeres y el público. Sin embargo, los dos guitarristas, siempre con un cigarrillo en labio y el aire serio y grave, continúan tocando la guitarra a tres tiempos – solo el tango va a dos tiempos. Los gritos de las mujeres continúan excitando a la bailarina cuyo cuerpo, hacia el final de su paso, parece enloquecer de manera inaudita… ».
Desde Cádiz (25 de agosto), Chabrier escribió también a su amigo director de orquesta Charles Lamoureux. Con lujo de detalles musicales y coreográficos describió todas las danzas que vió y escuchó. Después de pedirle noticias sobre la temporada musical parisina de la orquesta Lamoureux, Chabrier terminó su carta con una promesa, que se volvió incluso una profecía:
A mi regreso a París, escribiré una fantasía extraordinaria, muy española, con los recuerdos de este espléndido viaje. Mis aires, mis ritmos, agitarán a todo el público de movimientos febriles, todos se abrazarán en un beso supremo. Incluso Ud. mismo deberá abrazar al concertino de la orquesta de tan voluptuosas que serán mis melodías. Adiós hombre muy valiente, adiós director entre los directores, adiós batuta encantadora (…) esperándome mucho éxito, mucho dinero, una buena salud, un millón de saludos a su hija, la señorita Lamoureux, y para Ud. el mejor apretón de manos de su servidor, Emmanuel Chabrier.

A su regreso en Francia, con todas las vivencias y aprendizajes acumulados, Chabrier compuso de enero a agosto de 1883 la pieza rapsódica «España«. Al principio la había llamado simplemente «Jota», pero rápidamente le cambió el nombre con el que ha pasado a la posteridad. Fue creada el 4 de noviembre de 1883 en París por la Sociedad de nuevos conciertos dirigida por el propio Charles Lamoureux.
En su libro «Rêve d’Espagne», Marie-Christine Vila cita la presentación de la obra que hizo el propio Chabrier para el programa del concierto: «La música popular española se distingue, entre todas, por sus expresiones melódicas profundamente personales, y sobre todo, por una asombrosa variedad de ritmos que le vienen de los Moros. Es posible encontrar en España los estribillos vigorosos de la Jota, combinados con las frases libres y soñadoras de las Malagueñas. Estas dos esencias musicales de las Españas del sur y del norte se mezclan y se superponen según las fantasías de la polirritmia, esta característica de las músicas orientales».
Chabrier no tuvo un rol de etno-musicólogo deseoso de transcribir el folclor español, sino que buscó expresar las numerosas impresiones que recibió durante su soñada estancia en España… algunas de ellas tan agradablemente evocadas por este episodio de Musicopolis.
Algunas versiones para escuchar
La Philharmonie de Paris propone una versión de España en el siguiente enlace: https://pad.philharmoniedeparis.fr/doc/CIMU/1100988
O un extracto de la obra en vídeo en este otro enlace: https://pad.philharmoniedeparis.fr/doc/CIMU/0959647
2 opiniones en “Emmanuel Chabrier en España (1882): el viaje de su vida”